Tenia algo que contar…pero no podía hacerlo encerrado en aquella pequeña y estéril mente. Tenía que salir de allí.Así es que un día decidió abandonar su ilusoria existencia, tomó forma humana y partió en busca de la promesa de las musas.
De su destino desconocía incluso la dirección, pero tenía la certeza de que reconocería el camino al instante.
Sin embargo en su larga e infatigable búsqueda no halló lugares ni gentes imposibles, no encontró historias increíbles que contar.
Tan solo encontró el sosiego, un lugar apacible, la amenidad de los campos, la serenidad de los cielos, el murmurar de las fuentes, la quietud del espíritu.
Sólo entonces comprendió con aterradora precisión que era aquella y no cualquier otra: la inspiración.
Y hubo de celebrar entonces su estúpida y neurótica torpeza. ¡Quién hubiese visto! La “imaginación” transformándose en hombre para buscar fuera, lo que no es más que una disposición de la misma mente que un día abandonó.
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